¿SABIAS QUE ES LA COPROFAGIA?
No es nada raro ver a nuestras mascotas ingiriendo excrementos. Este comportamiento se denomina coprofagia, y tiene diferentes causas. Según el sentido etimológico del término, la «coprofagia» se define como la ingestión («-fagia») de excrementos («copro-«). Se trata de un trastorno del comportamiento alimentario de los carnívoros domésticos, que excluye el lamido fisiológico de las heces de los cachorros pequeños por la madre. Las razones son múltiples, veamos las más comunes.
Parásitos intestinales
Muchos parásitos intestinales pueden originar un fenómeno de malabsorción y maldigestión en los perros y alterar así la asimilación de los hidratos de carbono, las proteínas y los lípidos de la ración. Los ascáridos, los anquilostomas, los tricuros y las giardias son los parásitos intestinales más frecuentemente hallados en los análisis coproparasitológicos de muestras conjuntas en perreras donde se observa coprofagia.
Trastorno del comportamiento: La «competición alimentaria» entre varios perros puede favorecer la aceleración de la velocidad de ingestión de las comidas y el sobreconsumo de alimentos, lo que conduce a la mala asimilación de los nutrientes. Por consiguiente, las heces pueden contener sustancias sin digerir y presentar así palatabilidad residual.
Deficiencias enzimáticas
Diversas deficiencias enzimáticas, ya sean de origen pancreático, hepático, biliar o intestinal, favorecen la eliminación de sustancias sin digerir en las heces, las fermentaciones y las putrefacciones en el colon (que originan borborigmos y flatulencias) y la proliferación bacteriana. Entre estos trastornos, la insuficiencia pancreática exocrina congénita (frecuente en perros de razas grandes) o adquirida (p. ej., como consecuencia de pancreatitis aguda) es, sin duda, la más difundida en la especie canina.
La insuficiencia pancreática exocrina se manifiesta clínicamente por polifagia (aumento del apetito), adelgazamiento y eliminación frecuente de heces pastosas, de aspecto graso y descoloridas. Existe el caso de perros que padecen con mayor frecuencia deficiencias de amilasa (enzima que degrada el almidón) y, por lo tanto, son más propensos a la coprofagia que otros.
Tratamiento: Hay que instaurar una dieta limitada en almidón o someter las raciones a tratamientos térmicos (cocción) o mecánicos (trituración) que mejoren su digestibilidad. Suministrar dieta Barf.
Mala digestibilidad del alimento
La administración de alimentos poco digestibles de mala calidad –cada vez menos frecuente– conduce a un desequilibrio de la flora bacteriana colónica de origen glucídico (cereales, fibra vegetal, etc.) o a la producción de residuos pútridos por mala digestión de las proteínas (alimentos con colágeno mal cocido, tendones o queratina de pelos, cuero, cuernos o plumas). Esta materia fecal alterada es repugnante para el hombre, pero puede poseer palatabilidad residual para los perros y, por lo tanto, incitarlos a la coprofagia.
Riesgos relacionados con el comportamiento de coprofagia
La coprofagia comporta pocos riesgos sanitarios para los perros, cuya acidez gástrica puede neutralizar la mayoría de las bacterias potencialmente patógenas. Las toxiinfecciones alimentarias colectivas son excepcionales en las perreras. El principal riesgo relacionado con la coprofagia en un criadero es la transmisión de parásitos. En efecto, la coprofagia favorece la transmisión por vía fecal-oral de quistes de Giardia o formas resistentes rápidamente infestantes (quistes de coccidios o de criptosporidios).
Tratamiento de la coprofagia
La elección del tratamiento depende, evidentemente, de la causa primaria de la coprofagia, cuando ha sido posible identificarla. Para elegir un tratamiento, hay que tener en cuenta las condiciones de cría (modo de distribución del alimento, composición de la ración, comportamiento alimentario de los perros, entorno de los animales, etc.) y realizar previamente una verdadera «encuesta» para tratar de identificar al primer perro que presentó este trastorno, propagado luego a los demás.
De esta manera, es posible, por ejemplo, distinguir entre una enzootia de giardiosis (propagación progresiva de los trastornos), una insuficiencia pancreática aislada (todos los perros consumen las heces provenientes del mismo animal) o una diarrea por sobreconsumo alimentario (aceleración del tránsito intestinal originada por una competición por el alimento o una situación de estrés colectivo).
No obstante, cuando en una perrera se presentan casos de coprofagia, es aconsejable tomar sistemáticamente las medidas que se detallan a continuación, sea cual fuere el origen de los trastornos:
Tratamiento del parasitismo intestinal
Cualesquiera que sean los parásitos identificados, hay que considerar que todos los perros están potencialmente infestados y tratarlos simultáneamente (a veces durante 5 días consecutivos, en caso de tricurosis), sin olvidar desinfectar los locales del criadero ni la posibilidad de contaminación a través del pelaje (sobre todo en caso de giardiosis).
La elección de los productos antiparasitarios depende del ciclo vital del parásito causal y de su modo de acción. Por esta razón, ante un caso de coprofagia en un criadero, no hay que administrar antiparasitarios internos «a ciegas» (sin análisis coproparasitológico previo): el problema no radica en la eventual toxicidad del tratamiento, sino en su ineficacia.
Cuando el análisis coproparasitológico es positivo, el tratamiento antiparasitario es a veces suficiente para atenuar la coprofagia en menos de una semana. No obstante, es importante acompañar el tratamiento médico de una terapia conductual para «deshabituar» paulatinamente a los perros que presentan este comportamiento.
Modos de alimentación
El análisis al microscopio de los excrementos con palatabilidad residual para los demás animales aporta mucha información sobre el origen de esta palatabilidad.
Cuando este análisis objetiva mala digestión proteínica (p. ej., persistencia de fibras musculares no hidrolizadas en las heces), mala asimilación lipídica (persistencia de glóbulos de grasa) o maldigestión amilásica (persistencia de granos de almidón), es preciso instaurar un tratamiento dietético del perro afectado, para adecuar los aportes alimentarios a sus capacidades digestivas y, por lo tanto, eliminar la causa primaria de coprofagia.
Si este análisis pone en evidencia trastornos de la asimilación en todos los perros del criadero, sin parasitosis asociada, es aconsejable optar por un alimento más digestible, generalmente con menor contenido de grasa y fibra.
Por último, es aconsejable limitar la velocidad de ingestión de las comidas. Para lograrlo, se puede distribuir el alimento «a voluntad», para limitar la competencia alimentaria, o fraccionar las raciones. Asimismo, es posible separar los perros durante las comidas, instalar un «distribuidor de croquetas» que regule la ingestión de alimentos (p. ej., comederos para aves) o desparramar las croquetas en grandes fuentes, para incitar a los perros a «picotear» en vez de «engullir» las raciones.
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